La fresa: un cultivo noble ante nuevas amenazas fitosanitarias
- ScienceDirect, Alejandra Rodríguez
- 28 oct
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La fresa es reconocida mundialmente por su atractivo sabor, su alto valor nutricional y su enorme demanda en los mercados internacionales. Sin embargo, detrás de su apariencia delicada y su aparente facilidad de cultivo, se esconde una de las especies agrícolas más sensibles del mundo hortofrutícola. Su fragilidad no solo responde a sus características fisiológicas, sino también a la complejidad de su manejo agronómico y a su dependencia directa de factores climáticos y sanitarios.
Las raíces de la fresa son extremadamente finas y superficiales, extendiéndose apenas unos centímetros bajo el suelo. Esta anatomía las vuelve especialmente vulnerables a condiciones de exceso o déficit de humedad, compactación del sustrato y falta de oxigenación. Cualquier alteración en el riego, el clima o la estructura del suelo puede reflejarse rápidamente en síntomas de estrés o pérdida de vigor. En este sentido, la fresa depende casi por completo de un manejo agronómico preciso, donde la dosificación equilibrada de nutrientes como nitrógeno, calcio y potasio resulta determinante para el vigor foliar, la firmeza del fruto y la estabilidad de la planta.
A ello se suma su marcada sensibilidad a las condiciones climáticas. La fresa prospera mejor en ambientes templados, con temperaturas moderadas y humedad relativa controlada. Los extremos térmicos, las lluvias intensas o los periodos prolongados de calor pueden afectar la floración, alterar la morfología del fruto e incluso predisponer a la planta a enfermedades fúngicas. De hecho, el exceso de humedad es un detonante común de infecciones causadas por Botrytis cinerea, Fusarium oxysporum, Pestalotia longisetula o Phytophthora cactorum, patógenos responsables de severas pérdidas económicas tanto en campo como en poscosecha.
Una nueva amenaza: Epicoccum sorghinum
En este contexto de constante vulnerabilidad, un artículo de divulgación científica publicado en 2024 por investigadores en China —titulado “First report of Epicoccum sorghinum causing postharvest strawberry rot”— documenta el primer caso conocido de pudrición poscosecha de fresa causada por Epicoccum sorghinum.
El estudio se realizó en Dandong, provincia de Liaoning, donde se recolectaron fresas con síntomas típicos de pudrición: lesiones acuosas en la superficie del fruto, seguidas del desarrollo de micelio blanco que con el tiempo adquiría tonalidades rosadas. A medida que avanzaba la infección, las lesiones se expandían hasta cubrir toda la fruta, y en algunos casos se observó también la infección del cáliz.
El hongo aislado, identificado como CMG2-3, fue inicialmente clasificado como Epicoccum spp. basándose en la morfología de las colonias, picnidios y conidios. Sin embargo, mediante un análisis filogenético multilocus utilizando las secuencias ITS, LSU y tub2, los investigadores confirmaron que se trataba de Epicoccum sorghinum. Además, las pruebas de patogenicidad realizadas por inoculación artificial en frutos de fresa demostraron que este hongo era efectivamente el agente causal de la pudrición observada.
Este hallazgo tiene relevancia mundial por varias razones. En primer lugar, E. sorghinum había sido descrito históricamente como un patógeno del sorgo, pero estudios recientes muestran que puede adaptarse a una amplia gama de hospederos, incluidos cereales, maíz y ahora fresas. En segundo lugar, este hongo produce ácido tenuazónico, una micotoxina perteneciente a los derivados del ácido tetramico, la cual ha sido asociada con posibles efectos carcinogénicos, como el desarrollo de cáncer de esófago en humanos (Oliveira et al., 2017, 2018). Esta toxina puede acumularse en los tejidos vegetales durante la infección y posteriormente ingresar a la cadena alimentaria, lo que convierte a este patógeno no solo en una amenaza agrícola, sino también en un riesgo potencial para la inocuidad alimentaria.
El artículo subraya que los patógenos poscosecha, como Botrytis cinerea y Colletotrichum spp., ya representan aproximadamente el 25 % de las pérdidas totales de producción en fresas, pero la aparición de E. sorghinum abre un nuevo frente de preocupación para la industria, al tratarse de un hongo capaz de proliferar durante el almacenamiento y transporte, etapas críticas en la cadena de valor de este fruto.
Responsabilidad compartida en la protección del cultivo
La identificación de E. sorghinum como un nuevo agente fitopatógeno debe entenderse como una advertencia para toda la cadena productiva. Desde los genetistas hasta los viveristas y productores, cada eslabón cumple una función esencial para evitar que la sanidad del cultivo se vea comprometida. Los genetistas tienen la tarea de desarrollar variedades que no solo sean productivas, sino también resistentes a enfermedades emergentes y adaptadas a climas cambiantes. Los viveristas, por su parte, deben garantizar que el material vegetal propagado sea genéticamente puro y libre de patógenos. Finalmente, los productores deben aplicar buenas prácticas agrícolas, monitoreo fitosanitario constante y una correcta gestión del riego y nutrición para prevenir infecciones en campo.
Aun con estos esfuerzos, la fresa sigue siendo un cultivo altamente dependiente del manejo humano. Requiere podas, control de plagas, monitoreo de floración y cosechas casi diarias. Su fruto, de piel delgada y tasa respiratoria alta, necesita manipulación cuidadosa y una cadena de frío eficiente para mantener la calidad. Cada etapa —desde la genética hasta la poscosecha— representa una oportunidad para prevenir pérdidas, pero también un punto vulnerable frente a nuevas enfermedades.
Conclusión
La fresa simboliza la dualidad del campo moderno: es, al mismo tiempo, una joya económica y un cultivo extremadamente frágil. Su éxito productivo depende del equilibrio entre ciencia, técnica y clima. La aparición de Epicoccum sorghinum como nuevo patógeno poscosecha (según el artículo de divulgación científica, 2024) es un recordatorio de que los desafíos fitosanitarios evolucionan constantemente, y que la prevención debe ser tan dinámica como la propia naturaleza.
Más allá del hallazgo puntual, este reporte aporta una nueva perspectiva sobre la necesidad de reforzar la investigación aplicada, la vigilancia sanitaria y la colaboración entre instituciones, universidades y productores. Solo mediante una respuesta integrada y sostenible será posible proteger el futuro de la fresa, una fruta que, además de su dulzura, representa el esfuerzo humano por equilibrar productividad, calidad y sanidad en un mundo agrícola cada vez más desafiante.
El éxito de esta cadena depende de la comunicación y cooperación entre sus actores. Cuando alguno de los eslabones falla, ya sea una mala genética, un lote contaminado en vivero o un manejo inadecuado en campo, el resultado se refleja directamente en pérdidas económicas y deterioro de la reputación varietal.
Por ello, más que un cultivo frágil, la fresa debe entenderse como un sistema de producción altamente sensible, donde cada detalle importa. El reto es mantener la sincronía entre ciencia, técnica y experiencia para lograr que cada planta exprese su máximo potencial productivo y conserve la calidad que el consumidor exige.





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